El paciente S.S.S, de 13 años, fue atendido en el servicio de salud mental que le correspondía –el existente en el distrito municipal en el que el paciente reside. Fue llevado por sus padres a causa de su comportamiento agresivo verbal y físico, consistente en numerosos golpes a puertas y paredes de la casa y casi diarias amenazas o anuncios de daños físicos e insultos a padres y hermanos ante situaciones variadas y nimias –de poca importancia para una gran parte de las personas-. Tras una entrevista con el menor en la que admitió la veracidad de lo que contaban sus padres, el psicólogo consideró que el comportamiento agresivo del chico se debía a que la mayoría de las veces lograba sus objetivos.
El menor aceptó entrar a formar parte de un grupo terapéutico, en el que tras dos sesiones iniciales de observación y registro de lo que hacía y decía, se aplicó durante un mes un tratamiento consistente en modificar el logro de objetivos de la conducta agresiva, administrando contingencias correctoras (tanto de extinción a las conductas verbales agresivas –entendiendo por tal las amenazas intimidatorias o anuncios de daño físico-, como de reforzamiento social a las asertivas –del tipo “En mi opinión” o “Me gustaría”-).
Tras la aplicación del tratamiento el número de conductas agresivas había descendido a la décima parte, apareciendo éstas además sólo cuando el interlocutor era varón y no dándose cuando era mujer.